viernes, 24 de septiembre de 2021

1 DE OCTUBRE

2 OPCIONES

1ª OPCIÓN.

Primera Lectura: Baruc 1,15-22.

Confesión de pecados
Primera parte 
 
(Esd 9; Neh 9; Dn 9; Sal 50-51)

15Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, 16a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; 17porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, 18desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado.
19Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. 20Por eso nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para damos una tierra que mana leche y miel.
21No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; 22todos seguimos nuestros malos deseos sirviendo a dioses ajenos y haciendo que el Señor, nuestro Dios, reprueba. 
 
EXPLICACIÓN.
 
1,15-3,8 Las dos comunidades distantes forman una unidad étnica y religiosa. Solidarios en la confesión de un pecado común y en el reconocimiento de una historia común, el pueblo disperso se siente uno, vivo y continuador hacia el futuro de unas promesas. Jerusalén es su centro de gravedad. De momento fuertes obstáculos cohíben esa fuerza; cuando Dios remueva los impedimentos, Jerusalén, con su fuerza de atracción, provocará la vuelta. 

La sumisión al poder imperial es acto de prudencia política, porque la rebelión sería inútil y contraproducente; es también acto religioso, porque se acepta como castigo merecido. El opresor se convierte en protector cuando el pecador se convierte en penitente perdonado; y el perdón limitado se convierte en prenda del definitivo. La confesión de la culpa y la aceptación del castigo tienen algo de teodicea: justifican a Dios, lo proclaman inocente, le dan la razón (Sal 51,6). Estos penitentes están dispuestos a cargar con las culpas de los antepasados (cfr. Ex 34,7); no protestan como los contemporáneos de Ezequiel (Ez 18,3). 
 
Para el planteamiento y esquema de base de una plegaria penitencial, véanse los comentarios a Sal 50-51; Is 1,10-20 etc. La vergüenza es el bochorno de la culpa sentida y confesada, su opuesto es la justicia/inocencia de la parte ofendida. La conciencia se llena de un sentimiento de pecado original y continuado: desde la salida de Egipto hasta ahora: la ley ha sido arranque, ocasión de pecados, la predicación profética ha sido agravante reiterado. Un largo curso de delitos se embalsa en la presente confesión, dándole volumen y profundidad. 

El desarrollo es claro en grandes líneas, oscilante en los detalles. Podemos esquematizarlo así: confesamos el pecado 1,15-2,10 - pedimos perdón 2,11-19 - confesamos el pecado 2,20-35 - pedimos perdón 3,1-8. La bondad de Dios es a la vez agravante del pecado y fundamento de la esperanza. El pueblo siente que no ha sobrepasado el límite de la tolerancia divina, porque se apoya en una promesa siempre vigente. Entre los antecedentes de este texto no hay que olvidar 1 Re 8,48-51. 

1,15-2,10 La primera confesión está en marcada en las proclamaciones correlativas de la justicia de Dios y el bochorno del pueblo. Dentro del marco avanza en tres ondas: a) 15-16 confesión binaria, 17-22 pecado y castigo; b) 2,1-5 castigo y pecado, 6 confesión binaria; e) 7 castigo, 8 no escarmentamos, 10 confesión binaria. 

1,15a Dios es parte y no juez; es parte por el compromiso de la alianza, en que se funda el título "nuestro Dios" (16 veces). No viene a condenar como juez, sino a denunciar como parte ofendida. 

1, 15b-16 La enumeración pretende abarcar la totalidad articulada. 

1,17 -18 En vez de enumerar especies de pecados, siguiendo el decálogo, acumula sinónimos. 

1,18 Dt30,15. 

1,19 Confesión de un pecado original histórico: Jr 7,25 y 11,7. 

1,20 Las maldiciones de Lv 26 y Dt 28. 

1,21 Los profetas van actualizando el compromiso de la alianza. 

1,22 Siguen las resonancias del discurso de Jeremías en el templo (7,24s; también 11,7; 16,11s).
 
Salmo: 79,1-5.8-9.

(Sal 44; 74; 102) 
 
1¡Oh Dios!, los paganos han invadido tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
2Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo
la carne de tus leales a las fieras de la tierra.
3Derramaron su sangre como agua
en tomo a Jerusalén,
y nadie la enterraba.
4Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
burla y baldón de los que nos rodean.
5¿Hasta cuándo, Señor, enojado?
¿siempre ardiendo como fuego tus celos?
8No nos imputes los delitos de los antepasados.
Que tu compasión se apresure a alcanzamos,
pues estamos agotados.
9Socórrenos, Dios Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre.
Líbranos y expía nuestros pecados,
en atención a tu nombre. 

Explicación.
 
79,1 La invocación inicial sitúa la descripción y todo el salmo. "Heredad" del Señor es el territorio (Ex 15,17) Y la capital (Sal 47,3). Invadirlo va contra un precepto (Lam 1,10). "Profanar el santuario" es delito denunciado en la ley y los profetas: Lv 15,31; Nm 19,13; Jr 7,30.
79,2. Motivo literario tópico: 1 Sm 17,46; 2 Sm 21,10; 2 Re 9,35-37.

79,3 "Derramar sangre" es fórmula técnica de homicidio. La sangre hay que enterrarla o taparla para que no clame al cielo: Gn 4,10; Job 16,18.
79,5-9 Estos siete versos, con su distribución proporcionada, nos hacen sentir el problema de la discriminación. La comunidad se siente bajo la ira de Dios prolongada; y no pide que cese la ira, sino que cambie de destinatario. 79,6-7 Los paganos se definen por "no reconocer al Señor" ni "invocar su nombre", de donde se sigue el imperialismo "devorador": cfr. Sal 14. Léase la respuesta del faraón en Ex 5,2. La "dehesa" es el territorio o la capital: Ex 15,13; Is 33,20; Jr 25,30 etc.

79,8-9 Confesándose culpables, apelan a la compasión de Dios y al honor de su nombre. Los pecados de los antepasados se han acumulado bajo los pecados recientes (Is 65,7), "nuestros": los antiguos que Dios los olvide, los recientes que los "expíe". Estos tres versos son una confesión penitenclal resumida: puede verse ampliada en Esd 9; Neh 9-10; Dn 3 y 9; Bar 1,15-3,8.
79,8 "No imputes" o no recuerdes: con valor judicial: Is 43,25; Jr 31,34.

79,9 Sobre "expiar", además de los textos litúrgicos de Lv y Nm, pueden consultarse Is 6,7; 22,14; 27,9. 
 
Transposición cristiana.
El Apocalipsis recoge dos temas del salmo: los cadáveres sin enterrar y la venganza de los asesinados: Ap 11,7; 6,9. Piensa en un juicio final o definitivo, con oposiciones netas, sin intermedios. La Iglesia perseguida recita el salmo confesando sus pecados y pidiendo la justicia necesaria para liberar a las víctimas inocentes. 

Evangelio: Lucas 10,13-16.

13 ¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que se habrían arrepentido vestidas de saco y sentadas en ceniza.
14 Por eso, el juicio le será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
15 Y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo.
16 Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.


EXPLICACIÓN.

Tres ciudades galileas (representan a toda la región) que han rechazado a Jesús. Peor que los paganos, que habrían respondido a su actividad (13s). Ruina de Cafarnaún comparada a la del rey de Babilonia (Is 14,13.15) (15). La identidad de mensaje hace que los enviados representen a Jesús (cf. 9,48; no se ha afirmado de los Doce). Galilea ha rechazado a Jesús, Samaría (primicia del mundo pagano) va a escuchar (16). 
 
 2ª OPCIÓN.

Primera Lectura: Isaías 66,10-14

10Festejad a Jerusalén,
gozad con ella, todos los que la amáis;
alegraos de su alegría
los que por ella llevasteis luto;
11mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.
12Porque así dice el Señor:
Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz;
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Mamaréis, os llevarán en brazos,
y sobre las rodillas os acariciarán;
13como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo.
14Al verlo se alegrará vuestro corazón
y vuestros huesos florecerán como un prado;
la mano del Señor se manifestará a sus siervos,
y su cólera, a sus enemigos.

Explicación.

66,7-14 Sin transición, se presenta el segundo cuadro de restauración (el primero en 65,17-25). Montado sobre una escena doméstica, consigue una contagiosa intensidad de sentimiento. Una madre, antes de lo esperado, da a luz; los vecinos y los demás hijos la felicitan; ella da el pecho; el marido le trae regalos y acaricia a las criaturas. El gozo es como savia que los hace crecer. Al llegar de improviso el gozo, todo son preguntas de sorpresa alborozada. El tema de la fecundidad, apuntado en 54,1, alcanza aquí su expresión culminante. Es una maravilla este nacer simultáneo de todo un pueblo, cuando tan trabajoso fue el nacimiento de los doce padres de las tribus (Gn 30) y uno costó la vida a la madre (Gn 35,16-21). Aquí todo es fácil, rápido, abundante.

Salmo 131,1-3

1Señor, mi corazón no es ambicioso 
ni mis ojos altaneros;
no persigo grandezas
ni maravillas que me superan. 
2Juro que allano
y aquieto mi deseo.
Como un niño en brazos de su madre 
como un niño sostengo mi deseo.
3¡Espere Israel en el Señor, 
ahora y por siempre!

131 Género y situaciónOración de confianza individual que se abre a la comunidad. Uno de los más breves e intimistas de salterio. La intimidad ha abolido circunstancias externas, ha fijado un momento perdurable. El orante se desdobla: mira hacia dentro y comunica al Señor lo que descubre. Se ha mirado con tal lucidez y honestidad, que se atreve a jurar ante Dios.
La comparación del niño y la madre o el padre se establece entre el deseo o aspiraciones y el yo maduro. Es comparación psicológica, no teológica. El deseo puede ser como un niño necesitado, caprichoso, débil y exigente, inquieto y sin juicio. Toca a la madre acogerlo con dominio blando, con decisión cariñosa. Toca al varón dominar y serenar su deseo, con juicio y comprensión. En un segundo momento se puede trasladar la comparación a la relación del hombre con 
Dios.
131,1 A manera de comentario pueden leerse textos sapienciales: Prov 16,18s; 30,13; Eclo 10,6-18; de los profetas Is 2,9-19. "Me superan": Job 42,3.
131,2 Mt 18,1-5 par.
131,3 Al aplicar la enseñanza a Israel, la experiencia individual se hace comunitaria y propone cuestiones graves. ¿Es la humildad virtud del individuo y no de la comunidad? ¿Es compatible el orgullo nacional con la confianza en Dios?

Transposición cristiana.
Un texto clásico sobre el hacerse niños se lee en Mt 18,3-5par. La humildad condición para recibir la revelación: Lc 10,21 s. Hay que repetir la pregunta final, dirigida a la Iglesia.
Evangelio: Mateo 18,1-4

               1 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
                         - Vamos a ver, ¿quién es más grande en el reino de Dios?
                         2 El llamó a un criadito, lo puso en medio
3 y dijo:
                         - Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entráis en el reino de Dios;
4 o sea, que cualquiera que se haga tan poca cosa como el chiquillo éste, ése es el más grande en el reino de Dios;
5 y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí.

EXPLICACIÓN.

1 - 5.               Instrucción en la casa/comunidad (cf. 17,25). Los discípulos, según la mentalidad del judaísmo, suponen que en la comunidad hay diferencias de rango. Criadito, lit. "chiquillo", término de doble sentido, como en castellano: "jovencito", "pequeño servidor". No es una chiquillo cualquiera (3: estos chiquillos; 5: un chiquillo como éste/de esta clase), sino un sirviente. "Hacerse como chiquillos/servidores", renunciando a toda ambición personal (cf. 5,3; 16,24). La grandeza se juzga por criterios opuestos a los de la sociedad. No el que manda, sino el que sirve es el más grande. El chiquillo, modelo de discípulo; los que adoptan esta actitud en la misión (cf. 10,40), llevan consigo la presencia de Jesús.

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