PRIMERA LECTURA. Jonás 3,1-10.
Segunda denuncia (Is 1,17-23; Jr 22,13-17).
1Pero yo digo: Escuchadme,
jefes de Jacob, príncipes de Israel:
¿No os toca a vosotros ocuparos del derecho,
vosotros que odiáis el bien y amáis el mal?
2Arrancáis la piel del cuerpo,
la carne de los huesos,
3os coméis la carne de mi pueblo,
lo despellejáis,
le rompéis los huesos, lo cortáis
como carne para la olla o el puchero.
4Pues cuando griten al Señor,
no les responderá,
les ocultará el rostro entonces
por sus malas acciones.
Los profetas y el profeta (Ez 13).
5Así dice el Señor a los profetas
que extravían a mi pueblo:
Cuando tienen algo que morder,
anuncian paz,
y declaran una guerra santa
a quien no les llena la boca.
6Por eso llegará una noche sin visión,
oscuridad sin oráculo;
se pondrá el sol para los profetas
oscureciendo el día;
7los videntes avergonzados,
los adivinos sonrojados
se taparán la barba,
porque Dios no responde.
8Yo, en cambio, estoy lleno de valor,
de espíritu del Señor,
de justicia, de fortaleza,
para denunciar sus crímenes a Jacob,
sus pecados a Israel
Denuncia y sentencia
9Escuchadme jefes de Jacob,
príncipes de Israel:
vosotros que detestáis la justicia
y torcéis el derecho,
10edificáis con sangre a Sión,
a Jerusalén con crímenes.
Explicación.
3,1-4 El comienzo es de controversia: Miqueas quiere rebatir a unos interlocutores. La sátira, sin prescindir de la frase incisiva (1), toma una imagen conocida y la desarrolla con realismo brutal. En castigo el Señor les rehusará el rostro y la palabra.
3,1 En el gobierno y en la administración de la justicia se plantea la distinción ética radical entre el bien y el mal: véanse Dt 29, 15.19; Is 5,20; Am 5,14.
3,2-3 La metáfora "comer, devorar" al prójimo es común: Is 9,11; Jr 5,17; Sal 14,4 etc.
3,4 El castigo esta vez es genérico, pero no menos radical: véase Sal 11,5.
3,5 Con ligero toque de ironía la introducción clásica del oráculo profético se dirige a y contra los profetas. Sigue uno de los máximos aciertos de Miqueas. Se fija en la boca, órgano profético, que reacciona sólo a la comida. El falso profeta invoca la guerra santa, fulminando en nombre de Dios al que no paga.
3,6 El castigo pasa a otro campo, justificado porque el profeta es "vidente". De día el sol se eclipsa, de noche falta la luz de la visión (cfr. Job 4,12-16). "No responde": como en el monte Carmelo, 1 Re 18.
3,7 Miqueas se distancia y contrapone a los falsos profetas, ofreciéndonos una clave para interpretar su libro. Su valentía le viene de la misión, su fuerza reside en la palabra de Dios al servicio de la justicia.
3,9-10 Contra las clases dirigentes: magistrados, sacerdotes y profetas; unidos en el pecado común de la codicia. Todo se hace por dinero: Is 1,23; Ez 22,25; Am 5,7-11.
SALMO. 130,1-4.7-8.
EVANGELIO. Lucas 10,38-42.
38 Mientras iban de camino entró también él en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras.
40 Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:
- Señor, ¿no se te da nada de que mi hermana me deje sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
41 Pero el Señor le contestó:
- Marta, Marta, andas preocupada e inquieta con tantas cosas:
42 sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará.
EXPLICACIÓN.
B. Los dos grupos de seguidores. 38-42. Cambia el escenario: "una aldea" (reducto cerrado); temática: la verdadera acogida del mensaje. Paralelo con la "aldea" samaritana de 9,52 (38: también él entró en una aldea). En la escena no aparecen los discípulos. La doble mención de el Señor (39.40) saca a esta perícopa del plano histórico para ponerla en el paradigmático, mirando a las comunidades del tiempo de Lc.
Dos hermanas, figuras de los dos grupos de discípulos: Marta, de los que proceden del judaísmo/los Doce (9,1); María, de los Setenta (10,1). Marta, la comunidad judeocreyente, recibe a Jesús, pero sin aprender de él (38); María, la comunidad samaritana o no judía, queda en segundo plano, pero es la que le da plena acogida. A los pies del Señor (39), alusión a la pecadora (7,38.44-46).
Marta quiere arrastrar a su hermana a su dispersa actividad sin mensaje, inútil (múltiples tareas = observancia legal); el deseo de Marta corresponde al expresado antes por Juan en nombre de los Doce: imponer su modo de seguimiento a los que no pertenecen a ese grupo (9,49s) (40). Preocupaciones que ahogan el mensaje (8,14) (41). Una sola cosa (42: cf. 12,31; 18,22): el reinado de Dios, nueva tierra prometida, es la mejor parte, en comparación con la antigua tierra (Sal 16,5s; 73,26; 119,57; 142,6), el reino de Israel al que aún aspiran los Doce.
Samaría, que por su idolatría había perdido su herencia en Israel encuentra ahora su parte de la herencia en Jesús. El Israel mesiánico, que no escucha el mensaje, quiere conservar como herencia la antigua tierra prometida. Una temática paralela se encuentra en 18,15-17.
1Pero yo digo: Escuchadme,
jefes de Jacob, príncipes de Israel:
¿No os toca a vosotros ocuparos del derecho,
vosotros que odiáis el bien y amáis el mal?
2Arrancáis la piel del cuerpo,
la carne de los huesos,
3os coméis la carne de mi pueblo,
lo despellejáis,
le rompéis los huesos, lo cortáis
como carne para la olla o el puchero.
4Pues cuando griten al Señor,
no les responderá,
les ocultará el rostro entonces
por sus malas acciones.
Los profetas y el profeta (Ez 13).
5Así dice el Señor a los profetas
que extravían a mi pueblo:
Cuando tienen algo que morder,
anuncian paz,
y declaran una guerra santa
a quien no les llena la boca.
6Por eso llegará una noche sin visión,
oscuridad sin oráculo;
se pondrá el sol para los profetas
oscureciendo el día;
7los videntes avergonzados,
los adivinos sonrojados
se taparán la barba,
porque Dios no responde.
8Yo, en cambio, estoy lleno de valor,
de espíritu del Señor,
de justicia, de fortaleza,
para denunciar sus crímenes a Jacob,
sus pecados a Israel
Denuncia y sentencia
9Escuchadme jefes de Jacob,
príncipes de Israel:
vosotros que detestáis la justicia
y torcéis el derecho,
10edificáis con sangre a Sión,
a Jerusalén con crímenes.
Explicación.
3,1-4 El comienzo es de controversia: Miqueas quiere rebatir a unos interlocutores. La sátira, sin prescindir de la frase incisiva (1), toma una imagen conocida y la desarrolla con realismo brutal. En castigo el Señor les rehusará el rostro y la palabra.
3,1 En el gobierno y en la administración de la justicia se plantea la distinción ética radical entre el bien y el mal: véanse Dt 29, 15.19; Is 5,20; Am 5,14.
3,2-3 La metáfora "comer, devorar" al prójimo es común: Is 9,11; Jr 5,17; Sal 14,4 etc.
3,4 El castigo esta vez es genérico, pero no menos radical: véase Sal 11,5.
3,5 Con ligero toque de ironía la introducción clásica del oráculo profético se dirige a y contra los profetas. Sigue uno de los máximos aciertos de Miqueas. Se fija en la boca, órgano profético, que reacciona sólo a la comida. El falso profeta invoca la guerra santa, fulminando en nombre de Dios al que no paga.
3,6 El castigo pasa a otro campo, justificado porque el profeta es "vidente". De día el sol se eclipsa, de noche falta la luz de la visión (cfr. Job 4,12-16). "No responde": como en el monte Carmelo, 1 Re 18.
3,7 Miqueas se distancia y contrapone a los falsos profetas, ofreciéndonos una clave para interpretar su libro. Su valentía le viene de la misión, su fuerza reside en la palabra de Dios al servicio de la justicia.
3,9-10 Contra las clases dirigentes: magistrados, sacerdotes y profetas; unidos en el pecado común de la codicia. Todo se hace por dinero: Is 1,23; Ez 22,25; Am 5,7-11.
SALMO. 130,1-4.7-8.
1Desde lo hondo te grito, Señor,
dueño mío, escucha mi voz.
2Estén tus oídos atentos
2Estén tus oídos atentos
a mi petición de gracia.
3Si llevas cuenta, Señor, de los delitos,
dueño mío, ¿quién resistirá?
dueño mío, ¿quién resistirá?
4Pero el perdón es cosa tuya
y así te haces respetar.
Explicación.
7Espera Israel en el Señor,
como el centinela a la aurora,
como el centinela a la aurora,
que la misericordia es cosa del Señor
y es generoso redimiendo.
8ÉI redimirá a Israel
de todos sus delitos.
130,1 Lo hondo
es lo incomprensible, impenetrable, inescrutable. Para el orante una
situación trágica, o su conciencia de pecado, ¿o su condición humana? Lo
contrario de los montes de Sal 121 y 125. Sola la voz puede alzarse de
la hondura y, por condescendencia divina, alcanzar a Dios.
130,2 La petición se lee en textos tardíos: 2 Cr 6,40; 7,15.
130,3 "¿Quién
subsistirá?" es pregunta retórica, de respuesta negativa. Es probable
que el orante generalice dentro de su contexto nacional; pero la frase
puede ampliar su radio hasta abarcar a todo hombre: cfr. Job 14,4. El
pecado corroe la consistencia humana.
130,4 Es
competencia tuya exclusiva. Solo el soberano o la parte inocente puede
concederlo. Porque el hombre pecador depende totalmente de Dios para el
perdón (Sal 65,4), debe "respetar" a Dios con humilde "reverencia" .
130,7
“Misericordia” hace eco al “perdón” del v.4. “Redención”: en sentido
estricto equivale a rescate; en sentido amplio, a liberación.
130,8 Este es el único caso en que la "redención" tiene como objeto los "delitos".
Transposición cristiana.
Un
buen comentario se puede leer en Rom 7. Heb 4,16 nos invita a
acercarnos al ''tribunal de la gracia". Los antiguos contemplaban en la
mañana la resurrección de Cristo. 38 Mientras iban de camino entró también él en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras.
40 Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:
- Señor, ¿no se te da nada de que mi hermana me deje sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
41 Pero el Señor le contestó:
- Marta, Marta, andas preocupada e inquieta con tantas cosas:
42 sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará.
EXPLICACIÓN.
B. Los dos grupos de seguidores. 38-42. Cambia el escenario: "una aldea" (reducto cerrado); temática: la verdadera acogida del mensaje. Paralelo con la "aldea" samaritana de 9,52 (38: también él entró en una aldea). En la escena no aparecen los discípulos. La doble mención de el Señor (39.40) saca a esta perícopa del plano histórico para ponerla en el paradigmático, mirando a las comunidades del tiempo de Lc.
Dos hermanas, figuras de los dos grupos de discípulos: Marta, de los que proceden del judaísmo/los Doce (9,1); María, de los Setenta (10,1). Marta, la comunidad judeocreyente, recibe a Jesús, pero sin aprender de él (38); María, la comunidad samaritana o no judía, queda en segundo plano, pero es la que le da plena acogida. A los pies del Señor (39), alusión a la pecadora (7,38.44-46).
Marta quiere arrastrar a su hermana a su dispersa actividad sin mensaje, inútil (múltiples tareas = observancia legal); el deseo de Marta corresponde al expresado antes por Juan en nombre de los Doce: imponer su modo de seguimiento a los que no pertenecen a ese grupo (9,49s) (40). Preocupaciones que ahogan el mensaje (8,14) (41). Una sola cosa (42: cf. 12,31; 18,22): el reinado de Dios, nueva tierra prometida, es la mejor parte, en comparación con la antigua tierra (Sal 16,5s; 73,26; 119,57; 142,6), el reino de Israel al que aún aspiran los Doce.
Samaría, que por su idolatría había perdido su herencia en Israel encuentra ahora su parte de la herencia en Jesús. El Israel mesiánico, que no escucha el mensaje, quiere conservar como herencia la antigua tierra prometida. Una temática paralela se encuentra en 18,15-17.
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